Así que se fueron, acompáñanos Fulgencio
dijo don Carmelo que arrancó con seño Malu para poner la demanda, para poner el
grito en el cielo, para dar por perdido lo perdido, porque, seamos realistas,
esos dos que robaron ya no aparecerán, ya nomás no, así que cierras el negocio,
te lo encargo Claudio, no dejes que Joaquincito se acerque a la caja y adiós
papá, dice Joaquincito que si nomás hay eso en la caja, que dónde está lo de la
caja chica, ah ya lo vi, entonces qué mi Claudio, dónde venden cerveza por aquí
cerca, pues con Charly, ah de veras, traite unas seis ¿no?, ¿traite?, le digo,
no me digas, ve tú, yo aquí te espero mi Bugui, no me digas Bugui dice
Joaquincito, que eso ya fue, que ya no le gusta que le digan así, que ya sé,
que ya me dijo, y sí, ya sé, ya me dijiste, entonces qué, qué de qué
Joaquincito, vas o no vas, dice, no, pues no voy, digo, por qué mejor no vamos
todos para allá, propongo, vamos todos con Charly, al cabo a él no le importa,
que para eso tiene una cantina, y órale pues, dice Joaquincito allá te
esperamos, barres y acomodas todo antes de cerrar, lo dice viendo a Patricia, y
cálmate mi Bugui, que al cabo ya no voy a venir acá, en todo caso nomás me
cambio de ropa y sanseacabó.
Entonces
se van con Charly y después de cambiarme me como una pastilla rosa y saco el
llavero de la sirena y cierro así cric-cric-crac.
Que
no le dijera Bugui, dice Joaquincito que Patricia acaba de llegar de
Antofagasta, que ella es de allá, y que dónde queda eso le pregunto a ella, en
Chile dice, ah, y qué andas haciendo por acá, dice Patricia que vino hace unos
meses como curadora de una exposición de pintores chilenos, que si no fui a
verla, y que no, no fui, ni enterado, ah, bueno, dice Patricia, vine hace unos
meses para eso y me ofrecieron dar clases de curaduría aquí en la casa de la
cultura, ¿sabes dónde?, me pregunta y que sí, eso sí sé, ah bueno, pues ahí,
que si me gusta la pintura, de quién, le pregunto, en general, dice Patricia
que si me gusta la pintura en general, y bueno yo podría ser pintor,
Joaquincito ríe, claro, dice, todos podemos ser pintores, sí, le respondo, pero
no todos podemos pintar sirenas, y Joaquincito ya no ríe. Entonces Patricia es
de Antofagasta, eso está en Chile, entonces es chilena, una chilenita. Lo que
me gusta de las pastillas es que uno comienza a asociar los términos, los
adjetivos, las situaciones dadas, comienza a darse cuenta de que hay una
extraña relación en todo, con todo, porque así como de niño, en los campos de
fut, nunca pude, nunca me salió una chilenita, ahora una chilenita me sale con
que si no me gusta la pintura, porque ella dará clases, y bueno, ya renuncié a
La Curvita, todo depende de mi situación financiera. Así que, Charly, sírvete
otra ronda.
Entonces
Charly se mueve perezosamente, entonces me fijo en la acompañante de
Joaquincito, entonces me fijo también en el otro acompañante y me doy cuenta de
que esto ya lo había hecho antes, ya había estado aquí, con estas mismas
personas, no sé cuándo, pero yo ya hice esto que ahora estoy haciendo,
escuchando lo mismo, diciendo lo mismo, sentado en el mismo lugar, observando
como hipnotizado ese mismo par de piernas que llegaban hasta Sudamérica,
oliendo el mismo perfume que de alguna forma brota a su alrededor. Esto ya lo
viví, porque cuando Charly llega con otra ronda de cervezas, sé que Joaquincito
le dirá que le encarga la cuenta, y yo preguntaré que a dónde iremos, y la
pareja de Joaquincito dirá que iremos a su casa, a la de ella, y el otro
acompañante preguntará por un tal Gilberto, que si también irá Gilberto, y que
cuál Gilberto preguntará la chilenita, el que te platiqué, dirá el acompañante
que espera al Gilberto que le platicó, y yo digo que si ese Gilberto quiere
algo con la de Antofagasta que mejor ni vaya, y Patricia dice cálmate, yo a ti
ni te conozco, y tendrá razón, pero es que hay cosas en las que uno como que
presiente que le irá bien ¿no?, y
Joaquincito dice que ese Gilberto es escultor, pero que en sus últimos
trabajos se ha ido más por los caminos de la instalación, con una propuesta
minimalista sardónica, y ya decía yo, digo yo, ya decía yo que ese Gilberto
nomás no me cae bien, y entonces entrará alguien más a la cantina, alguien que
se dirige a nuestra mesa, alguien que nos saluda, pero no es Gilberto el
esperado, no es el escultor post modernista, no exhibe sus empastillados
conceptos en la primer galería que se deje, este no es así, este lo conozco
desde hace tiempo, éste es dentista, Álvaro, al que le decíamos el Jujuy.
Entonces Joaquincito le pide la cuenta a Charly y sucede todo lo que acabo de
platicar.
Álvaro
se ve bien, está cachetón, con los dedos estrangulados con anillos, quihúbole
mi Bugui, que pasó mi Claudio, hola señoritas, que tal caballero, hace tiempo
que no los veía, qué andan haciendo, a poco sigues pintando tus jaquecas al
óleo, a poco sigues de mesero, no les digo, yo siempre supe que al Bugui se lo
iba a cargar la tiznada, pero a ti Claudio yo te veía en la tienda de tu papá,
sacando tela y metiendo tela, y miren nomás, a ver cantinero, traiga una
botella de brandy, salud por ustedes, por las señoritas y también por el
caballero. Oye Jujuy, dice el Bugui que ya no se le puede decir Bugui, que eso
ya pasó, que él es Joaquincito, oye Claudio, a mi tampoco me gusta que me digas
Jujuy, dice Álvaro, úquela, puro adulto contemporáneo, digo yo, y que no es
cierto dice carcajeante el Jujuy, que le importa un bledo cómo le digan, que si
al Bugui ya no le gusta que le digan Bugui es porque al Bugui ya se le subió
eso de ser… ¿pues qué eres mi Bugui?, ya dime la verdad, sincérate, cuéntame, a
ver, ¿ya por fin vendiste tu primer cuadro?, y Joaquincito dice que con qué
cree el Jujuy que está pagando lo de todos los presentes, con lo de la caja
chica, digo que con el dinero de La Curvita y entonces sí que el Bugui me
quiere patear como balón de los que pateaba tan bien, chanfleados y al ángulo,
porque su pareja, la chilenita y el otro no han podido contener la risa.
Y
sí, sigo de mesero, ya no, acabo de renunciar, tú sabes Jujuy, de acá para
allá, lo mismo siempre, y tú siempre con lo de lo mismo siempre, dice Álvaro
que yo siempre con lo mismo, pero que está bien, que a él qué le importa, y eso
digo yo, digo yo al Jujuy, entonces te presento a Patricia, hola Patricia,
mucho gusto, y a ellos que te los presente Joaquincito, porque ni yo sé cómo se
llaman, pues ella es Camila, dice el Bugui, este es Pedro, hola Pedro, y bueno
qué tienen pensado hacer después de estar aquí, dice Camila que estábamos a
punto de irnos a su casa, que Álvaro puede acompañarnos si quiere, sí quiere,
pues vayámonos retirando, me llevo la botella.
Yo
sigo con las piernas de Patricia, espero que no se aparezca Gilberto.
****
Gilberto
no aparece, y la casa de Camila es un dechado de artísticas concepciones, nos
sentamos en una sala con sillones en forma de animales, Patricia en una
gallina, Álvaro en un perro, Joaquincito comparte asiento con Camila sobre un
pez de escamas de algodón, y yo sobre un puerco y Pedro se queda sin asiento,
traite una silla de la cocina, de una vez traite los vasos y hielo, no te
preocupes, Gilberto no ha de tardar. Y que por qué tanta urgencia por ese
Gilberto, pregunto yo, y que porque es su pareja, dice Camila, y ah, con razón,
entonces no hay de qué preocuparse de las intenciones gilbertinas hacia mi
chilenita. Oye chilenita, así que curadora ¿eh?, eso mismo, ¿y tú no pintas?,
sí, claro, pero sólo por relajación, me relaja, me pone en blanco la mente
mientras pongo color en la tela, me cura, una curadora curada, le digo que si
cree que yo podría entrar a sus clases, y Antofagasta dice que sí, por
supuesto, y que si también podría entrar en su ropa, le pregunto y ella me dice
que claro, que tiene muchos amigos gays a los que les presta de vez en cuando
su ropa, y no, no, no soy puto, digo que si crees que podré meter mano bajo tu ropa en el momento en que la
lleves puesta, y oye, dice Patricia que con respeto nos podremos entender
mejor, y yo, está bien, ¿te gustan las pastillas rosas?, ¿qué cosa?, pregunta,
las pastillas rosas, digo, ¿las que saben a tierra?, pregunta, esas mismas,
bueno, hace tiempo que no como de esas, estoy en tiempos de claridad y
coherencia, y eso para qué sirve, pregunto, y ella dice que sirve para dejar
que el mundo haga ver sus maravillas sin velos soporíferos que se interpongan.
Así
dice Patricia, mientras el Bugui algo muerde cerca de los oídos de Camila que
se ríe de la mordida y el Jujuy bebe y pregunta que si puede poner algo de
música y que claro, dice Camila que puede poner lo que quiera en el stereo, y
el pobre Pedro espera a su Gilberto, ya le hablé, dice, como cinco veces y
nadie me contesta ni en su casa ni por su celular, algo le pasó, estoy seguro,
él no es así, siempre me llama, ¡ay!, ¿qué le habrá pasado?, y el Jujuy pone
música electrónica.
Oye
Pedro, no te apures, dice el Bugui. Sí, Pedro, no te apures, dice Patricia.
Claro, Pedro, no hay pedo, digo yo, y
Álvaro le pregunta que cuánto llevan de pareja y el atribulado Pedrito dice que
siete meses, y ah, dice Álvaro, no es mucho, y tú qué haces Pedro, pregunto,
soy contador, dice que es contador de una fábrica de tamales, ¿de tamales?,
pregunta el Jujuy, sí, de tamales, ¿Qué son tamales?, pregunta Patricia, son
bolos de masa de maíz rellenos con distintos guisos envueltos en hojas de
plátano o maíz también, le informo, ¿se comen?, comienzo a pensar que la
chilena es medio estúpida, y sí, se comen, ¿a poco hay fábrica de tamales?,
pregunta Joaquincito, y que claro que hay fábrica, si no dónde trabajo
entonces, dice un Pedro molesto, ya hombre, ya, tómate un brandy, dice Jujuy, y
está bien, me lo tomo. Salud.
***