jueves, mayo 31, 2012

Palimpsesto



Ahora bien, dejarle recados a un muerto en su página de internet pudiera parecer estúpido y enfermizo... Bueno, de hecho, lo es; pero la gente siempre estamos haciendo cosas estúpidas y enfermizas: leyendo filósofos europeos que nos expliquen nuestra latinoamericana vida, votando y/o uniéndonos a partidos políticos; viendo una cantidad obscena de películas con la única finalidad de conseguir empleo como crítico de cine en una revista que nadie lee; publicar revistas que nadie lee; enamorándonos de quien sabemos que pronto nos llenará el hígado de piedritas; proyectando negocios inauditos, maravillosos y segurísimos, sin tener un cinco en la cartera... y un largo y tedioso etcétera que Ud o cualquiera podrá alargar.

domingo, mayo 27, 2012

VEN


déjame guiarte a un lugar
que no sé dónde está,
déjame dictar las leyes
que acabo de inventar,
déjame plantar
la raíz cuadrada de un círculo
en el marfil oculto de tus vértebras.
ya verás, ya sabrás, ya podrás
decir que todo lo que has dicho
simple y sencillamente
no vale la pena.

                      ya verás crecer
                      los huesos de los niños
                      ya verás a los aviones
                      construyendo nidos,
                      en tus ojos atardecerá
                      siempre hasta el amanecer.

de tu garganta
brotarán delfines,
                        de tus manos
                        escaparán tus dedos
                                                     y un dibujo dislocado
                                                     vestirá tu cuerpo.

serás lo que siempre has sido:

patadas al cerebro,               ya sabrás
discurso universal,               construir un árbol
estrella enmarañada,             sobre el pavimento,
oso perezoso,                      sabrás detener
soberbia,                             al planeta que pisas
suburbia,                            con tus pies
sarcasmo,                          sabrás tocar el piano
sirviente,                            sabrás pintar un cuadro
salmuera,                           sabrás bailar un tango
solsticio,                            sabrás componer un carro
sardina,                             sabrás disfrutar un trago
sordera,                            sabrás ensuciar un lago
subida,                             sabrás reírte un rato
salida,                              sabrás llorar un año
serpiente,                      
escalera,                          déjame quitarte los ojos
escafandra,                      y poner en su lugar
escroto,                          un par de telescopios
escama,                                  déjame quitarte los labios
estúpido                                  y plantar en tu rostro
                                              mis labios

déjame inventar tu casa, tu señor crucificado, tu agenda de olvidos, tus pueblos miserables, tus piernas incandescentes, tu excusa en el trabajo, tus hijos pelirrojos, tus drogas preferidas, tus caracoles herbolarios, tus horóscopos inútiles, tu historia de vaqueros, tu dermis impermeable, tus venas derretidas, tu máquina tragamonedas, tus mentiras funerarias, tus días hermosos, tus lágrimas de miel, tus miedos sanguíneos, tus horarios rotos, tus delicados flancos, tus insomnios repetidos, tus cantos vagos, serás lo que siempre has sido.

sábado, mayo 26, 2012

La mierda





       La mierda es intimidad.
Soy yo,
eres tú
por dentro.
La mierda hace crecer el pasto,
endulza las manzanas,
hincha los duraznos,
ayuda a los pájaros a construir sus nidos.
La mierda pone felices a los animalitos
que trabajan bajo la tierra.
Hace posible que las mujeres reciban rosas rojas,
claveles blancos, gardenias perfumadas.
Provoca a los hombres sabios el amor al campo,
es paz y regocijo,
la pertenencia más segura,
el amigo más cercano.
Muestra fehaciente de que estamos vivos
la mierda brota como el poema,
como el amor
libre e inevitablemente
(Quien de antemano pone horarios a su mierda
no aprecia la poesía
ni sabe qué es el amor).
La mierda es tiempo invertido
en nosotros mismos
y hace que tomemos la posición
del pensador.
Sólo ella nos iguala con los héroes,
los genios y los santos.
      La mierda es placer cotidiano.
      Dios es la grande,
la enorme mierda transparente.






Mierda en la radio
caca en el cine
excremento en los diarios
estiércol televisado
cagada en los museos
heces en el teatro
popó en las revistas
computadoras defecando
guano en los conciertos
boñiga en los libros
deyección en los carteles
abono en los jardines
troncos en la calle
cerotes en el río
churros calientitos
pasteles de cajeta
cacahuates garapiñados
políticos de mierda
héroes de cagada
divas zurradas
visionarios orinados
revoluciones de pipí
meada de campeón
pis de la excelencia
vómito ideológico
guácara religiosa
basca económica
regurgitar de la moda,
jugo de riñón
canto de la rana
agûita de piña
arte abstracto.
Yo
como Pilatos
me lavo las manos.

viernes, mayo 25, 2012

El fenómeno de la discriminación en México es un problema cultural


2010-06-09





Aguascalientes es una ciudad atípica dentro del mapa mexicano. Es moderna en su trazo y ha crecido tanto en los últimos años que, para sus viejos habitantes, resulta desconocida en muchos de sus lugares. Sus traslados siguen siendo considerablemente cortos en la mayoría de los casos, aunque la población y el tráfico han aumentado exponencialmente, y con ellos los conflictos y los ritmos de vida. Es una ciudad eficiente en varios aspectos, limpia y cordial con los visitantes. Pocos de ellos son los que no reconocen en la ciudad un ambiente seguro, tranquilo y ordenado. El estado continuamente es designado “piloto” para diversos programas federales  y esto le ha dado un lugar diferenciado en la región. Una distinción. Lo que muchos consideran una falta (a saber: su carencia de edificios coloniales) es, en realidad, una cualidad de ciudad con proyección modernista, que se ha sabido aprovechar, pero que aún falta apuntalar en varios aspectos.

Las ciudades,  su aspecto físico (además de su situación geográfica), expresan y condicionan, al mismo tiempo, la forma de ser de sus habitantes. ¿Qué expresa Aguascalientes acerca de sus habitantes y cómo condiciona la ciudad su comportamiento?

Con respecto al problema de la discriminación a los discapacitados, la ciudad y sus habitantes expresan una indolencia preocupante. El equipamiento urbano es poco y malo. En algunos rubros, como el transporte urbano, dicho equipamiento es inexistente. La presunción de ciudad moderna tiene aquí una falta grave, un tache en rojo, que acusa, sobre todo, a sus gobernantes y ciudadanos.

¿Qué clase de ciudad queremos y qué tipo de sociedad pretendemos ser?  En las legislaciones federal y estatal existen leyes que ordenan la justa incorporación de los discapacitados a la dinámica social, además de la creación de comités dedicados a la prevención y la atención a las distintas discapacidades. Lamentablemente, esto no se cumple. No en forma integral, planeada y efectiva. No como está especificado en las leyes (Ley General de las Personas con Discapacidad y  Ley de Integración Social y Productiva de Personas con Discapacidad del Estado de Aguascalientes).  Y eso corresponde al gobierno, que para eso se le ha elegido y  cuenta con presupuestos conformados con el dinero de los contribuyentes –es decir, de todos- con los cuales debe procurar el bien común a través de los mecanismos pertinentes. En eso no hay vuelta de hoja. 

Pero también del lado ciudadano debe provenir un nuevo impulso, una renovada confianza en la comunidad y las posibilidades de la organización civil al momento de tomar decisiones que afecten a la población en general.

El fenómeno de la discriminación en México es un problema cultural.  No es “incultura” o falta de cultura, sino un tipo de cultura. Esto es, una serie de costumbres con las que crecemos y  que justifican comportamientos discriminadores hacia los distintos, hacia los de otra clase social, hacia los de otro color, hacia los que no pueden moverse o expresarse como nosotros, etc. Hábitos fundados en el prejuicio, es decir, en el juicio que hacemos del otro antes de conocerlo. Nadie escapa a ello. Por lo tanto, una vez que se ha reconocido, hay que superarlo usando lo mismo que usamos para darnos cuenta del problema: con inteligencia. Y voluntad.

¿Queremos cambiar estas costumbres? Parece obvia la respuesta, pero ¿por qué no lo hemos hecho? Muchas pueden ser las respuestas. Entre tantas está la de “Porque no sabemos cómo hacerlo. No sabemos cómo empezar y llevar a cabo un cambio de costumbres tal y tal”. Ese me parece un buen comienzo, la aceptación de nuestra situación real. ¿Cómo saber hacer algo que nunca se ha hecho? ¿Cómo actuar como nunca se ha actuado? Como las costumbres: se aprende.

Y eso es: tenemos que aprender nuevas costumbres que nos hagan más respetuosos de los demás, más justos en la práctica diaria, en ese roce continuo con  los otros que no son como nosotros, ni piensan como nosotros, ni les gusta lo que a nosotros, pero que están ahí, coincidiendo todos –o casi todos- en el deseo común de vivir en paz, en una ciudad que ofrezca servicios básicos eficientes y en la que se cuente con la libertad para expresarse o dedicarse a cualquier cosa que se nos presente como vocación en la vida. Ahí es donde coincidimos y es desde ahí de donde deberíamos partir.

jueves, mayo 24, 2012

Mis Amigos Sudorosos


con el nick Kafkahuamilpa






Mis Amigos Sudorosos:



Hay días así como éste en el que el Este está al Norte y la puerta da a la cara de un avestruz coqueta y nada familiar; días así, con bufandas y pastillas para el aliento, sabor industrial, besos pa dentro. Y habemos hombres así, largos y desmañanados, amañados y fulanos, perplejos, rotos, esmirriados y con uñas sangrantes, diciendo cosas que nadie escucha y cuando escuchan nadie entiende. Somos MAS de lo que cualquier economista casado con una bióloga pudiera descifrar; MAS que los folículos que en el mismo sitio pudieran crecer; MAS que un cardumen de camarones evolutivos nadando en espiral. Hay días -y habemos hombres- en medio de todo eso, luchando por comprender la lucha, por ponerle comas y acentos a la muda esperanza de no ser sólo hombres y días perdidos en algún milímetro de universo. ¿Pero es que esto no es así? Lo es, nada que decir; pero no queremos decir nada; tan sólo cantar una melodía vieja como el agua: Ave abba vía bola / búho verde viendo vacas/ velo varo libio ave...


O tal vez quiero decir que esto se acaba de descomponer irreparablemente, se fracturó el código y se quemó la cabeza, el circuito central de nuestra coraza. Sin sal la tierra, sin mar la sal, sin pez la boca, sin boca el coral. Tal vez quiero hacerles saber que mi patria está muriéndose de pena, de penes atravesándola toda, penes negros como la conciencia de mis queridos traidores, mis adorados hermanos, mis hijos, mi nietos y sus hijos verdugos, suicidas, diputados. Tal vez ando pidiendo un poco de pólvora, un tantito de xilocaína, un chorrito de muerte y destrucción...

Pero, ná qué, tengo que trabajar. Sueño que despierto y te beso dormida. Hola.



Atte.
Ya veremos.

domingo, mayo 20, 2012

Juan Pablo III





Juan Pablo III
Carol Güotila


PapaNicolao



"Vosotros sois la esperanza del salami y del chile. Vosotros sois mi
esperanza".



Nació el 18 de Mayo de 1920 en Pipirapau, sur de Polonia. Hijo de un
militar del ejército austro-húngaro, profundamente feo, y de
Emilia Kaczorowsky, de origen extraterrestre. Su madre falleció
cuando él le practicó una trepanación y cuatro
años después muere su hermano mayor a causa de las patadas
que el pequeño Carol le recetó. De joven, su interés
se centra en el culo de una monja que habitaba un monasterio cercano a su
casa y un encuentro con el Cardenal Tom Jones, le lleva a considerar
dedicarse al sacerdocio. En el año 1938 se marcha con su padre a
Comala, donde se matricula en la Universidad CNCI en Costura y
Confección. El 1 de septiembre de 1939, las tropas de Hitler ocupan
Polonia cerrando todas los bares y junto a otros jóvenes organizan
una cantina clandestina donde poder fumar hachís, opio y
cocaína. Para evitar la deportación a Alemania, busca trabajo
como prostituto entre las tropas. Ayudó a familias judías
para que pudiesen trabajar en lo mismo para el régimen
nacionalsocialista. Cuando contaba 21 años no sabía contar
más allá de 10; fallece su padre y emprende el camino de su
preparación para el sacerdocio. En el año 1942 ingresó
en el Departamento de un teólogo aficionado a los miembros masculinos de la
Universidad Jageriana. Durante estos años tuvo que vivir oculto,
junto a otros seminaristas, quienes fueron a-cogidos por el Cardenal de
Circonia. Estuvieron en esta situación hasta el 18 de enero de 1945,
fecha en que los alemanes cayeron derrotados por un ejército de
mandarinas parlantes con semillas radiactivas, sin cáscara, y
parlantes. El 1 de noviembre de 1946, fiesta de Todos los Santos, con 26
años, fue ordenado sacerdote en el Seminario Mayor de Circonia,
celebrando su primera Misa en la Cripta de San Leonardo en la Catedral de
Warner Bros, completamente drogado. Tuvieron que sacarle de la cripta
media docena de hombres y fue enviado a Roma donde obtuvo la licenciatura
de Veterinario en la Universidad Pontificia Angelicum doctorándose
también en Podología. Profesor de ética en la
Universidad Católica de Disney y en la Universidad Estatal de
Circonia, en 1948 regresa al útero materno en una regresión
espantosa causada por sus excesos barbitúricos. Es destinado Vicario
de la parroquia de Negative, e imparte cursos de dominó en las
escuelas. Un año más tarde es trasladado a la parroquia de
San Fidencio, haciéndose cargo de las malas estudiantes
universitarias de Cracovia. En 1951 se dedica a la enseñanza de
ventas de tupper ware y Teología Moral en la Universidad
Católica de Disney, ejerciendo también en la Facultad de la
Invisibilidad. El 23 de Septiembre de 1958 fue consagrado Avispa Auxiliar
del Avispón más peligroso del panal, Monseñor Baziak,
convirtiéndose en el miembro más duro y recto del Episcopado
RomPolano. Tendrá una activa participación en el Concilio
Vaticano II, donde participó activamente, especialmente en las
comisiones que dejaron sin mobiliario a varias casas de putas, cantinas,
picaderos de morfina y fondas donde vendían licuados hechos con
huevos de tortuga, después de elaborar la Constitución
Dogmática sobre la Iglesia Lumen Lumen y la Constitución
conciliar Gaudium et Speso. El 13 de Enero de 1964 a causa del
fallecimiento de Monseñor Baziak, ocupa la sede de Cracovia como
titular y se queda con el harem particular del difunto. En 1966 el Papa
Pablo VI le ofrece un helado de limón. En Mayo de 1967, a los 47
años de edad, es nombrado Cardenal por el Papa Pablo VI y
rehusa el helado aduciendo muelas destempladas. En contra de las
autoridades, inauguró un spa en Nowa Huta, una ciudad comunista. En
1975 asiste al III Simpsons de Avispas Euridisiacos, en el que se le
confía la ponencia introductoria: «El avispa como servidor de
café». Ese mismo año dirige los ejercicios espirituales
para Pablo VI, atrofiado en este sentido, y para la Curia vaticana, una
linda pelirroja que chupó cuanto miembro apostólico
vivía en esa casota. En 1978, a la muerte Pablo VI, es elegido nuevo
Papa el Carcamal Luciano Caruso, de 65 años, quien tomó el
nombre de Juan Pablo I. El nuevo Papa fallece un mes después de su
nombramiento, asesinado por intereses de altas esferas católicas,
banqueros corruptos italianos y la mafia. Es decir, todos son los mismos.

El 15 de octubre de 1978 Carol es elegido como el sucesor de San Pedro,
Augusto y Charlton Heston, rompiendo con la tradición de más
de 400 años de Papas de origen marciano. Elegido pontífice el
16 de octubre de 1978, escogió los mismos nombres que había
tomado su predecesor: Juan Pablo, pero le gustaba que le llamaran
chicharrón.
Desde el comienzo de su pontificado, realizó 95 viajes de
placer fuera de Italia, y 141 por el interior del Vaticano. Entre sus
documentos principales se incluyen: 13 Encíclicas, 13 Exhortaciones
apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 41 Cartas
apostólicas, 52 recetas de cocina, 123 multas al Papamovil, 7 notas
de suicidio, 200 números de Condorito, cancioneros de los Beatles y
una camisa firmada por Jimmy Hendrix. El Papa también ha publicado
dos libros: "Cruzando el umbral de la casa de citas" (octubre de
1994) y "Dios existe: soy yo" (noviembre de 1996). Juan Pablo III
ha presidido 131 ceremonias de beatificación -en las que ha
proclamado 1282 beodos- y 43 canonizaciones, con un total de 456 santos
encarcelados y deportados y varios estudiantes muertos. Ha celebrado 8
cumpleaños en menos de dos meses, durante los cuales ha nombrado 201
Cardenales. También ha presidido 6 asambleas plenarias del Colegio
Cardenalicio, donde siempre acabó dormido. Desde 1978
presidió 15 Asambleas del Sínodo de las Avispas: 6 ordinarias
(1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria (1985), y 8
especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999). Ningún
otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo III: en
cifras, más de 16 millones de peregrinos han participado en las
más de 1000 Audiencias Generales en su contra que se celebran los
miércoles. Ese número no incluye las otras audiencias
especiales [más de 8 millones de demandas durante el Gran Jaripeo
del año 2000] y los millones de fieles que el Papa ha abusado
durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del
mundo.

Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno
con las que se ha carteado durante las 38 visitas oficiales y las 650
audiencias o encuentros con jefes de Estado y 212 audiencias y encuentros
con Primeros Ministros.

El 13 de mayo de 1981 en la plaza vaticana, el terrorista turco Ali Agca le
disparó dos chelas, unos toques y dos gramos de crack que a punto
estuvieron de costarle la vida. Juan Pablo II siempre mantuvo que se
salvó por la intervención de la Virgen (ese día se
celebraba la Virgen de Fátima). Según el Pontífice una
mano disparó -la del turco- y otra, la de Virgen, le estimulaba las
partes genitales, sin dañarlas. Fue trasladado al policlínico
romano 'Tonino Carotone', donde fue intervenido quirúrgicamente y le
extirparon 55 centímetros de intestino, 43 centímetros de
músculo, 12 litros de horchata, y aprovechó para operarse la
nariz y dejársela respingada. El 20 de junio de 1981, 17 días
después de haber sido dado de alta, volvió al 'Gemelli' la
famosa casa de putas donde las niñas de todo el mundo servían
a las Avispas. El 12 de julio de 1992 fue intervenido de un tumor en el
colon en el 'Gemelli'. La operación duró cuatro horas y le
fue extraído un tumor benigno del tamaño de una naranja, otro
maligno del tamaño de una sandía y otro más o menos
del tamaño de un melón. A la vez le fue extirpada la
vesícula biliar y detectados cálculos biliares que afirmaban
que 2 + 2 = 7. El 11 de noviembre de 1993, durante una audiencia,
cayó y se produjo una luxación del hombro derecho con
fractura de la glena. Ese mismo día se curó la cruda con una
michelada, un cóctel de pulpo y dos tostadas de ceviche. En 1994 se
fracturó el fémur de la pierna derecha al resbalar cuando
salía de la bañera de su apartamento privado del Vaticano.
Por quinta vez volvió al Gemelli, donde se le implantó una
prótesis de titanio para sustituirle la cabeza, lo que le
obligó a caminar durante varios meses apoyándose en un
bastón. En el mes de marzo de 1996 un proceso febril atribuido a un
"trastorno digestivo" le obligó a guardar reposo durante
una semana. En menos de tres meses padeció otros dos
"trastornos intestinales". El 8 de octubre de 1996 volvió
a ser ingresado en el 'Gemelli' para ser intervenido de apendicitis previa
a la eliminación de adherencias loco-regionales. En junio de 1999,
durante su octavo viaje a Polonia, cayó en la Nunciatura de
Varsovia, un restaurante exclusivísimo, abriéndose una herida
en la frente que obligó a aplicarle tres puntos de sutura y
provocó la carcajada de los presidentes ahí presentes. En
marzo del 2002 se le diagnosticó una artrosis en la rodilla derecha,
que le obligó a renunciar a presidir algunos ritos de la Semana
Santa y no pudo realizar a pie el Vía Crucis a lo largo del Coliseo
de Roma. De todas formas, tomó la cruz en las dos últimas
estaciones, aunque nomás la tomó con la mano mientras otros
dos gordos la cargaban. Hasta meados de octubre de 2003 se tragó,
pero a partir de esa fecha -cuando desvirgó a la madre Teresa de
Calcuta y celebró su noveno casamiento- ya no leyó
párrafo alguno de los textos de tan gran peda que se cargaba todos
los días.

Carol Güoutila ha sido sucesivamente el Papa polaco, el Papa viajero,
el Papa de María, el Papa renovador de la doctrina social de la
Iglesia, el Papá de los jóvenes González y el
Papá de dos tenistas profesionales. Juan Pablo III fue sometido a
una traqueotomía el 24 de febrero de 2009. Volvió a sus
estancias en el Vaticano el 13 de marzo, pero su estado de salud se
deterioró y apareció muy fatigado en los actos de Semana
Santa, donde apenas pudo pronunciar unas palabras a los fieles, que nadie
entendió.

La última aparición pública de Juan Pablo III fue el
30 de marzo de 2010, cuando se asomó a la ventana de sus aposentos
para bendecir a los fieles y en un arranque de locura, saltó con
toda su albura revoloteando por los aires. Aquel día las personas
que se congregaban en la Plaza de San Pedro de Roma pudieron ver al Papa
muy deteriorado. Intentó hablar, pero no lo consiguió. En la
tarde del 31 de marzo de 2010, le fue diagnosticada una infección en
las vías urinarias, doce huesos rotos y un dedo astillado, tras lo
cual tuvo lugar "un choque séptico con colapso
cardiocirculatoriohipergonorreico". A pesar de la gravedad de la
situación, Juan Pablo III pidió no ser trasladado hasta el
hospital Gemelli y permanecer en sus aposentos del Vaticano, viendo la
última de Batman.

Murió a las 21:37 hora local del 2 de abril de 2010. La causa del
fallecimiento fue un 'shock' séptico (una vil mentira) y un colapso
cardiocirculatorio irreversible.



RIP.

sábado, mayo 19, 2012

Y qué rejodidos estamos

2008-01-21






Y qué rejodidos estamos, hermanos, monos, burros, acéfalos, sin nada qué hacer ante tanta burla sin dientes, ante tanta mano estranguladora, repleta de anillos y cadenas. A este continente se lo está llevando la chingada desde hace más de quinientos minutos, varias especies desaparecidas, varios pueblos y razas y recetas de cocina perdidas, deglutidas por el perro rubio, el ojos rasgados, el
endémico general de medallitas de estaño, de piringa de niño, y sus absurdos congéneres, idiotas llenos de patria y santitos. Al parecer, solamente nos quedan ojos para ver y boca para ayes, gargantas pobres. Acá el fraude y el robo y el asesinato se sirven junto al desayuno desbalanceado y el cambio justo para los camiones. Nos hacen calzón-chino, las tres del barrio, chinche-al-agua; nos hacen comerciales y programas, canciones y buenas causas para salvar a retrasados mentales de tierno rostro. De Tijuana a la Patagonia un montón de huesos rotos y virgencitas caducadas, lenguas secas, estómagos en retirada, la verga que te saca los ojos, los zopilotes que se los comerán; de punta a punta putas y putos checando tarjeta, cobrando poco, pagando mucho, miedosos y bailadores, iletrados y sabihondos. De país a país lo mismo: genios de cafetera y manifiestos rojos comprados en barata en algún Wal Mart, planeando la victoria del mesías contracultural, y la asquerosa multitud de asquerosos inocentes bregando por un poco de agua, un poco de pan. Adiós Bolívar, adiós. Welcome John Houston, Eddie Murphy, Angelina Jolie & Brad. Honores a una bandera de mezclilla; loas a héroes DC Comics, música electrónica industrial.

¡Oídme idiotas!: Ustedes son los que venden su tiempo, su carne, sus uñas, su culo papalotero al menor postor, al más fofo y pendejo. Arreglan el mundo desde su PC, confortablemente aturdidos.

Hace tiempo que esto se rompió, aguas, se chingó la fuente; hace siglos que estamos agazapados en nuestro pajar, junto a los cadáveres de las vacas, los niños y los vecinos. La cuenta regresiva terminó hace mucho. Obtusos e inalámbricos, de vez en cuando nos cae una moneda al sistema mecánico y sonreímos ante las posibilidades de un cielo tan bello, de una agua tan agua, de un pueblo tan viejo.

Y tú tras tu librito de la premio nobel que nadie conocía; frente a la barra de hinchas embrutecidos; junto al candidato menos feo, menos lacra, más Pancho Villa que Al Capone.

Good bye amigous, mi viejo san Juan, México lindo y querido, gauchos, guanacos, cumbancheros, negrosjosdepu, incaicos, arcaicos, librescos y pétreos, chilenis, vergozolanos, charros, guarros, cholos, cuinis, maras, tangos, redobas, violines y tambores; good bye blue sky, hey hey, may may...

Ya viene nuestro salvador, allende las fronteras: his name is John Tsu Goycochea, alabado sea...

Un tipo

2008-11-14

Para Mario






El tipo está despotricando a grito pelado contra la hipocresía y la dejadez y los corruptos y los prejuiciosos y los miedosos y la indolencia y el sistema represor. Lo hace de corrido, con dicción ejemplar, en voz tonante. Escupe parrafadas furiosas y dramatiza, alza las cejas, mueve los brazos, saca el pecho; se muestra amenazante, cínico y feroz.

Está solo en su recámara. La recámara tiene cama destendida, ropa hecha bolas, un pequeño sillón, una mesa y una silla bajo una ventana sin cortinas que da a una barda de ladrillos rojos levantada a un metro de distancia. Es de día, la luz es clara, sin tonalidades.

El tipo calla de repente y se sienta en la silla. Se rasca la cabeza, se mete un dedo a la oreja, se chupa los labios. Luego mira la puerta cerrada, el póster pegado en ella, la imagen del chimpancé vestido de tenista, boina blanca, shorts, camisa, raqueta en una mano, junto a la red con pelotas desperdigadas, y la leyenda que dice “No gano pero cómo me divierto”.

Se escucha el timbre de la casa. El tipo se levanta, pero no camina. Nuevamente el timbre. Nada, él no se mueve. El timbre por tercera vez. Entonces sale de la recámara, baja las escaleras rápidamente y abre la puerta. Su madre le suelta una bofetada apenas lo tiene enfrente; luego recoge las bolsas de mandado que dejó en el suelo y pasa. El tipo está temblando de rabia, plantado frente a la puerta abierta, con la mano de su madre como un relieve palpitante en la cara.

Ahí se queda hasta que comienza a oscurecer. Su madre lleva horas hablando por teléfono en la cocina. El tipo sube a su recámara, esta vez lentamente. Se inclina y saca un clarinete de debajo de la cama. Quita y revisa la boquilla, la vuelve a poner, sopla un Mi bemol, un Fa y un largo Sol después. Enciende la lamparita colgante, y poniéndose frente a la ventana, comienza a tocar un aire lento y profundo.

Acaba luego de unos minutos de dulce inspiración, con los ojos irritados. Le sobresalta el tronar de unos aplausos detrás de él. Es su padre. Su padre con la mascarilla conectada a un pequeño tanque verde, sobre la silla de ruedas. Aplaude dislocado, ojos bizcos mirando al techo. El tipo se acerca, empuja con un pie al paralítico y cierra la puerta, dejándolo afuera. El chimpancé sonríe.

El tipo apaga la luz y se acuesta. Antes de caer dormido se ríe al recordar algo que hizo hace mucho tiempo.

Despierta a las seis en punto. Se pone el uniforme y baja a la cocina. Encuentra a su madre dormida sobre la mesa, con el teléfono aún descolgado y una voz masculina cantando por la bocina. Toma un café y mastica varias rebanadas de jamón. Luego sale de ahí, de la casa, sube a su bicicleta y enfila hacia su trabajo.

Le gusta sentir al viento romper sobre su cara, ver el amanecer, pedalear sin premuras.

Llega al cuartel, checa tarjeta, saca el arma de su casillero, saluda a sus compañeros y sube a la patrulla que rondará las próximas doce horas a su cargo. Como siempre abusará un poco, extorsionará un poco, etcétera.

Encuentra tiempo para visitarla a ella. Le lleva un ramo de flores. Ella lo recibe con ternura, le invita a pasar y responde a sus besos. El tipo se sabe enamorado de manera irremediable, irresistible, dopado. Saca de entre sus ropas unos versos que ha escrito hace un par de días, pegados a su panza desde entonces, y ahora, decidido, los recita tomándole una mano, temblándole la voz.

Es terrible cuando el tipo se da cuenta de que ella reprime la risa y lucha por mantener la compostura. Es como una patada a la garganta o un alfiler atravesando el ombligo. El tipo calla, baja la cabeza, se retrae y piensa en matarla. Ella se da cuenta, duda un poco, pide una disculpa. Él cede; simplemente da media vuelta y se va. Arranca la patrulla de manera estrepitosa.

Durante las siguientes dos horas estará en un mirador a las afueras de la ciudad, primero despotricando contra las mujeres, el amor, el simplismo, el desarme y la entrega, gritándoselo a la ciudad, con la camisa desabrochada y tirando balazos; y luego dentro de la patrulla, escuchando las claves y las alertas, con la mirada perdida, cansado.

En el asiento del copiloto, el conejo que mató lo observa con sus ojillos rojos, fría e implacablemente.

viernes, mayo 18, 2012

Un beso





     Terminó el beso y tuve que irme. ¿Tuve que? Sí, porque abajo estaba la empleada y si me hubiese quedado, el beso hubiera continuado hasta ya no ser sólo bocas, labios mojando otros labios, sino manos recorriendo carne, cabellos, texturas blandas y tensas ahí donde las texturas se afirman como muestras de la sangre urgente. Tuve que irme y, mientras descendía por la estrecha escalinata del negocio, probé todavía el dulzor artificial de su bilé.
      Me despedí, hasta luego, de la empleada y salí sin voltear al mezanine desde donde Clara, estaba seguro, me veía partir. Hebras de su perfume habían quedado sujetas a mi ropa, a mis dedos. Mi sentido de orientación decidió pasear sin rumbo fijo mientras menguaba la erección. Era mediodía y yo no tenía nada más que hacer. Un beso, un beso bien dado, pero sobre todo un beso bien recibido puede tener resultados tan notorios como aquel.
     Anduve haciendo el tonto con cara de contento por algunos de los negocios cercanos, hasta que me metí a un café. En el café estaba sentada una muchacha que yo conocía de tiempo atrás y que me era particularmente antipática desde siempre. Fingí no darme cuenta de su presencia y pedí un americano, cenicero y un vaso con agua, por favor. Saqué de mi bolsillo el libro de Cortázar y a cada frase que me gustaba, a cada pequeño relato que terminaba, sentía ganas de volver a donde Clara y continuar con aquel beso, siguiera lo que siguiera (dicen que el hubiera no existe, pero yo estoy seguro de que no sólo existe, sino de que está aquí, constante e interminablemente, rondándonos). Ya me veía yo subiendo de dos brincos la escalinata, con la empleada suspendida en un sobresalto, y yo desabrochándome la camisa y Clara sentada frente a su computadora, y yo la tomaba por detrás y le mordía el cuello y ella enlazaba sus brazos en una reacción inmediata y provocadora y yo la tomaba del cabello y la besaba, la besaba, la besaba.
     Pero no; aquello sería demasiado, digamos, hollywoodense. Música de fondo y toda la cosa.
     Así que el café no estaba bueno, el cigarro sí y la gorda seguía ahí, leyendo una revista. ¿Por qué me caía tan mal? Nos conocíamos desde la escuela y nunca habíamos intercambiado más de cuatro frases. Creo que era toda ella la que me era repelente. Desde su voz hasta su complexión, algo indefinible que me molestaba. Me parecía fea, estúpida, pretenciosa. No sé, me caía mal y ya. Todo lo contrario que con Clara; desde que se mudó a tres casas de la mía, años atrás, me gustó.  Clara es grande, de carnes abundantes. Tiene el rostro de una niña feliz y el cuerpo de una madre universal. Bella.
     En fin, que Cortázar seguía siendo un maestro, un maestrazo, y el vaso con agua seguía lleno, prendía otro cigarro y una nube se interpuso al sol. Humo azul, libro abierto y, todavía, el beso.
     ¿Cómo se llama esta bofa?, Ara..., Arin…, Aral… ¡Arely! Hasta el nombrecito, caray. Arely leía verticalmente su revista. Alguna tontería, seguramente. Que fea estás, desgraciada. Ya te hubiera querido conocer Darwin. ¿No que no?, ¡descendemos del mono!, hubiera afirmado, satisfecho. Y en cambio, Clara, desde el primer intercambio de palabras, fue magia. Mujer completa, estaba lejos de la vanidad y muy cerca de la soberbia: seguridad de hembra sensual, seguridad en plenitud de formas femeninas. Una constelación de pecas desaparecía cada vez que reía y el color subía a su cara. Pelirroja y de ojos claros como las certezas, bella como sólo es bella quien nosotros decidimos que así lo sea.

     El café se enfrió y, curiosamente, así sabía mejor. Entraron tres personas más: un tipo y dos mujeres uniformados. Seguramente empleados del banco de junto. Conversaban animadamente y pidieron la carta. Ahora me daba cuenta que mi aliento no era precisamente el mejor. ¿Se habría dado cuenta Clara? Carajo, si yo había pensado lavarme los dientes antes de salir de casa. ¿Por qué no lo hice? Bueno, la verdad no estaba seguro de que iba a encontrarla y mucho menos sabía que la iba a besar. Por otro lado, el aliento de ahora ya tenía su dosis de cafeína y nicotina en la mezcla. Además, estaba seguro que Clara no sólo no lo había notado, sino que quería que aquel beso se prolongara el tiempo necesario y no que a mi me entrara un repentino nerviosismo por ser descubiertos por su empleada, o cualquier otra persona.
     Idiota.
     ¿Desde cuándo tan consciente? ¿Estaría volviéndome maricón? ¡Qué maricón ni que la chingada!, aquella erección me contestaba... si es que se puede decir eso de una erección. Aunque menguó considerablemente desde que Arely se interpuso en su camino… ¿Dónde estaba ella ahora? En su lugar de antes el vacío hojeaba la revista. Se habría ido y yo ni en cuenta. Total, seguía con Cortázar. Pero sólo por unos minutos; en la mesa de enfrente las carcajadas del trío banquero eran disparadas como piedras a las ventanas. Una de las mujeres no estaba tan mal. Nada mal para ser precisos. Morena y esbelta, de piernas torneadísimas, no muy alta, con labios delgados y cabello negro. Era la que más ruidos hacía cuando se reía. De repente era como si se ahogara y producía una especie de graznido, como un ronquido o como cuando quieres limpiar la garganta de flemas, y ese sonido tenía la facultad de hacer que los demás siguieran riendo ya no del comentario que suscitara la primer carcajada sino de la carcajada en sí y ella, en el colmo de la hilaridad, parecía sufrir el mismo efecto al escucharse a si misma. Ahogada en felicidad.
     Guapa y joven, era un gusto verla. Además aquello se contagiaba. Yo reí por simple reacción. Hasta cuando vi a Arely volver a tomar asiento continué riendo. Aun más, cuando vio Arely que yo la veía (riendo) me saludó con la misma felicidad y yo le contesté el saludo haciendo un gesto con la mano. Peor aun, cuando Arely se levantó y la vi acercarse a mi mesa, yo no sólo continué riendo, sino que me levanté, la saludé de beso y separé la silla para que tomara asiento.
    ¡Arely!, ¿cómo te va?, un gusto verte de nuevo.
     ¿En serio?
     ¡Ja!, en serio. ¿Por qué lo dices?
     Yo siempre creí que te caía mal.
     No, cómo crees.
     Humm, tú a mí sí me caías muy mal.
     ¿Yo?, cómo crees.
     ¡Ya!, sigues siendo igual de arrogante.
    ¿Igual de arrogante?
     Sí, igualito.
     No me había dado cuenta. ¿A dónde puedo acudir para solucionar mi problema?
     Humm.
     ¿Y ya no te caigo mal?
     No sé, hace siglos que no te veo.
     Pues heme aquí, igual de arrogante.
     Pues sí.
     Bueno, y ya tratando de solucionar mi defecto, ¿tú qué heces por aquí?
     Pue…
     ¿Dije heces?, perdón, ¿qué hAces por aquí?
     Sí… pues este café es mío.
     No, este es mío, yo lo pagué.
     No seas sonso, el negocio es mío.
     ¡Ah!, ¿no me digas? Y yo pagando.
     ¡Pues claro que tienes que pagar!
     Pero, mujer, si soy amigo íntimo de la dueña.
     Humm.
     Está bien, no importa. ¿Y cómo te ha ido?
     ¿Sigues soltero?
     ¡Ja!, ¿tan mal te ha ido?
     No sonso, yo tengo tres años casada.
     Un valiente, el hombre.
     Oye, cuidadito.
     Calma Arely, calma. Sólo bromeo.
     No me gustan esas bromas.
     ¿Sabes?, creo que ese fue siempre tu problema, nunca aprendiste a reírte de ti misma.
     ¡Entonces sí te caía mal!
     Mucho muy mal.
     ¿Ya ves?, ¿qué te costaba ser sincero?
     Pues, por lo pronto, una taza de café.
     Humm. Ya no sufras, te la regalo.
     ¡Hombre, qué amable!, pero la verdad es que sabe horrible.
     No es cierto.
     De verdad. Aunque cuando se enfría como que mejora. Te lo digo como amigo.
     De seguro sigues soltero, ¿verdad?
     ¿Y eso qué tiene que ver?, tu café va a saber mal me case o no. Te voy a recomendar un molino que hace unas mezclas buenísimas. Y sí, sigo soltero.
     Se te nota en la facha.
     ¡Ja!
     ¿De qué te ríes?
     De que ya me estoy acordando de por qué me caías tan mal.
     ¿Por sincera?
     ¡Ja!
     Humm.
     Y bueno, sigo con mi terapia, ¿cómo te ha ido?
     Muy bien. Nos acabamos de cambiar de casa hace unas semanas a la zona residencial de aquí atrás…
      ¿Ah sí?
     …compramos el terreno y la construyó un arquitecto del D.F., que es así como lo máximo…
     ¿A poco?
      …y cómo mi marido es abogado…
     Mira nomás.
     …y no tenemos hijos, pues le dije: oye gordo, voy a poner un café para no estar tan aburrida en la casa…
     Lógico.
     …al cabo que casi todas mis amigas son de cafecito en la tarde y esas cosas…
     Negocio redondo.
     …y pues ya ves, muy contenta.
     Se te nota en la facha.
     Y tú dónde vives.
     También aquí atrás.
     Con tus padres, de seguro.
     Sí, Arely, con mis padres.
     ¿Cuántos años tienes? ¿Treinta?
     Los mismos que tú.
     Para nada, cuando íbamos en la escuela tú ya habías reprobado como dos veces.
     Estabas muy interesada en mí ¿eh?
     Te digo, igualito.
     Ni modo.
     ¡Ay!, ¿no te parece horrible cómo se ríe esta mona de atrás?
     Al contrario, se ríe con toda el alma.
     Estás loco, se ríe como puerquito.
     Se ríe como le viene en gana.
     ¡Ya!, te gusta.
    A cualquiera.
    Ay no, a ti es al que le gustan las gatas.
     ¡A cualquiera!, hasta a tu marido.
     ¡Óyeme!
     Arely, hazte un favor y no contrates a una jovencita para que te ayude en la casa, los abogados son los peores.
     Y tú qué haces, por cierto. No has de ganar mucho que hasta andas mendigando una taza de café.
     ¡Ja!
     ¿Hay algo que no te dé risa?
     Es que estoy muy contento.
     ¿Y por qué?
     Porque no hago nada y la vida me regala besos.
     ¿De tus gatas?
     No, de su patrona.
     Humm. Entonces no haces nada.
     Nada.
     ¿Ya no has visto a Linda?
     No, de toda esa gente de la escuela no veo ni frecuento a nadie.
     Humm.
     Bueno Arely, me voy. No puedo decir que ha sido un gusto volverte a ver, pero de todos modos gracias por el café.
     Oye, en serio que deberías darte aunque sea una rasuradita. Te ves mal con ese greñero, muy sucio.
     O.K., a ver si me acuerdo.

     Cuando salí de ahí la risa de aquella morena seguía libre por los aires. Me hubiera gustado saber cuál era su nombre. Pero Arely -¿quién sería el idiota que se había casado con ella?-  me echó a perder la lectura, el momento y hasta el beso. Lo mejor era olvidarse de ella: si en verdad existía Dios, él se encargaría de mandarla al infierno.
     Lo malo fue que me puso a pensar. Si en verdad yo pretendía algo con Clara había que solucionar varias cosas. Lo del trabajo, por ejemplo. La facha yo sabía que no importaba. El trabajo, en cambio, sí era necesario. El dinero, mejor dicho. Un café, una copa, un baile, un cuarto de hotel, un regalo cualquiera tenía su precio. Porque, aunque Clara era dueña de su propio negocio, no se trataba de hacerle al gigoló. Por puro orgullo nomás.
     Ya me estaba complicando. Un beso no significaba nada. Una caricia apenas. Un estar de acuerdo al mismo tiempo. De haber continuado lo más seguro era que el beso hubiese acabado sin más consecuencias. Una sonrisa y ya. La calentura había hecho que mi cerebro fabricara improbables concupiscencias. Así estaba bien. Cuando la volviera a ver todo seguiría igual. Aunque sus ojos, al momento de irme, pedían algo más. No sexo, sino… compañía, cariño, comprensión, ¡qué sé yo! Carajo, ¡por qué me fui así! No sólo me quito de dudas sino que hasta me evito a la puerca esa.
     Aquella nube seguía tapando al sol y yo caminé las cuadras que me separaban de mi casa. Pasé frente a la de Clara y recordé cómo habíamos empezado a llevarnos: a ella le gustaban las novelas eróticas y a mi me gustaba leer en la calle. Así que un día pasó por ahí, paseando a su perro, y me vio sentado con un libro en la mano. ¿Qué lees?, me preguntó mientras el perro husmeaba mis pies. Esplendores y miserias de las cortesanas, de Balzac, contesté enseñándole el libro. ¡Qué buen título!, luego me lo prestas ¿no? Claro, contesté, mañana mismo te lo llevo a tu casa. Bien, dijo, yo te presto otro. Me parece perfecto, ¿a qué hora te encuentro? Después de las tres de la tarde ya estoy ahí. Bien, continué, te lo llevo como a eso de las cuatro. Ok, nos vemos entonces. Órale. Oye, dijo con esa cara de niña, ¿es cachondón? Pues, le contesté riendo, no precisamente. ¡Oh!, bueno, está bien. De todos modos llévamelo, me gusta leer. Ahí estaré, contesté mientras su perro insistía en oler cada rincón a su alcance.
      Nos prestábamos libros, entonces. Después los comentábamos brevemente y así hasta que comenzamos a platicar de nosotros. A mi me gustaba toda ella, su cuerpo, su rostro, su afición por novelitas en las que la heroína iba cayendo de a poco en los llamados de la carne. Se aprendía párrafos completos y después los comentaba con una emoción que me divertía bastante. Se estaba a gusto a su lado. Y como nunca hubo ni una sola insinuación de su parte, yo me conformaba con verla y escucharla. Era, como ya dije, una combinación de niña y diosa de la fertilidad. Hasta hoy, que sin muchas esperanzas de encontrarla, fui a su negocio para prestarle un libro de Sade. Subí a su oficina y después de platicar un rato, cuando ya me despedía, no aguanté y la besé en los labios. Ella respondió, volví a besarla y después… me fui.  Había sido tanto el tiempo que tenía tratándola con una distancia cordial que en aquel momento no supe distinguir bien la entera disposición de sus labios.
     Imbécil.
     Ni hablar, la volvería ver. Sade estaría muy avergonzado de mí.

     Entré a mi casa y mi padre ya estaba a la mesa. Comimos. Pasé la tarde leyendo a Cortázar en mi recámara y volvía a pensar en Clara. Hacía calor y la imaginación sobraba. Tuve otra erección. No quise masturbarme y la dejé así. La mente es poderosa, oh Clara. A tres casas…
     De repente sonó el teléfono.
     ¿Bueno?
    Buenas tardes, ¿se encuentra Gilberto?
    Él habla, ¿quién eres?
    Arely, sonso…
    Ah.
    …dejaste tu cartera en la cafetería.
     ¿En serio?
     Supongo que no te habías dado cuenta, ¿para qué traes cartera si no cargas ni un peso?     Y además, ¿con qué pensabas pagar?
     Traía unas monedas, Arely.
     Humm.
     Bueno, mañana paso por ella a la…
     ¡No!, la tengo aquí, en mi casa, ¿por qué no vienes por ella?
     ¿Ah?
     Según tu credencial, vivimos en la misma calle. Yo en el 476 y tú en el 124, a unas cuadras nada más. Camina, no seas flojo.
     Pero, por qué no mejor mañana…
     ¡Ah no!, si no vienes ahorita no voy andar cuidando tus cosas, ¿qué te crees?
     Está bien, ¿476?
     Sí.
     Ahorita llego, entonces.
     ¡Y eres un naco!
     ¿Por qué?
     Ya vi tus calendarios de viejas encueradas, no inventes.
     ¡Ja!
    Si te tardas no te abro.
    Bien, allá voy.

     A ver, aquello estaba muy raro. ¿Por qué tanta urgencia? Y además en su casa. De seguro quería seguir presumiendo de los logros de su gordo y del arquitecto que era así como lo máximo. Se podía quedar con la cartera. Ni dinero ni nada que me interesara en particular… Bueno, la credencial. Volver a tramitarla no era algo que me emocionara. Carajo.
     Diez minutos después llamaba a la puerta de su casa. Me contestó por el interfón.
     ¿Quién?
     El arrogante.
     Pasa.
     Sonó el timbre de acceso y empujé la puerta. Un jardín sin árboles rodeaba la casa de dos plantas; un cubo blanco con un ventanal enmarcando toda la parte superior. La base no estaba al ras del suelo sino que, por medio de una especie de vigas o pilares debajo de ella, se levantaba a metro y medio, suficiente para que la escalinata que llevaba a la puerta principal tuviera una cualidad flotante.
     ¿A poco no está hermosa mi casa?, dijo Arely, vanidosa desde el umbral.
     Sí, no está mal.
     Pasa, no hay nadie.
     ¿Y tu marido?
     Llega hasta las nueve del despacho.
     Eso es.
     Siéntate, ahorita te traigo tu cartera.
     Gracias.
     ¿No quieres un café?
     No gracias, mejor un vaso con agua, plis.
     Ok.
     Arely se dirigió a la cocina y yo todavía dudaba de sus intenciones. La casa, sí, estaba bien. Los interiores eran modernos, perfectamente iluminados. Se podía ver desde la sala la parte trasera del jardín en donde había una amplia terraza y un pequeño paseo de flores.
     ¿Por qué no tenía la cartera a la mano desde el primer momento?
     Regresó con el vaso de agua.
     ¿Qué te parecen los acabados?, me encanta toda esta tendencia minimalista. Estas lámparas las compramos en Nueva York  y la mesa en otro viaje que hicimos a Italia.     ¡Viajamos tanto!
     Qué bien.
     Mira, ven. Te quiero enseñar algo.
    
     Aquello ya no era sospechoso sino evidente. Me levanté y la seguí hacia la segunda planta. Nos paramos a medio pasillo, completamente a oscuras.
     Espera aquí, me dijo.
     La oí alejarse unos metros y luego un ligero clic. Poco a poco se fue iluminando la pared, por medio de unas lámparas que tenían ese efecto de lentitud. Colgado a todo lo largo del corredor estaba una reproducción del Guernica de Picasso hecha con pequeños azulejos negros, blancos y grises.
     Esto está buenísimo, dije sinceramente.
     Ya sabía que te iba a gustar.
     Bue-ní-si-mo.
     Arely se acercó y me tomó la mano.
     A mi marido no le gusta.
     ¡Nhombre!, no sabe lo que tiene.
     Así es, no sabe.
     Y entonces ella giró hacia mí. Sentí sus pechos apretados y la cercanía de su rostro. Lo dudé dos segundos. Metí la lengua entre sus labios y Arely sacó la suya para lamerme toda la cara. En un minuto ya estábamos en el suelo. Yo le apretaba con furia las nalgas, le chupaba el pecho, le frotaba los muslos; ella mordía mis oídos, jalaba de mi pelo y se movía como convulsionada. Comenzó a jadear. Yo le quité la blusa, ella me quitó la camisa. Yo le quité la falda, ella me quitó el pantalón. De un sólo movimiento nos deshicimos de los calzones y la penetré fácilmente. Ella enredó sus piernas por mis caderas, yo me levanté un poco y comencé a arremeter. No tuve ni tiempo de reflexionar, de darme cuenta de que me estaba cogiendo ¡a Arely!  Ella se sujetó de mis hombros y nos encontramos en un amasijo de carne, sudor y bufidos.
     ¡Te odio!, gritaba, ¡Métemela toda!, ¡CÓGEME!... ¡Te odio!, ¡Cógeme!
     Vaya que estaba excitada. Y luego empezó con lo de
     ¡Quiero un hijo!... ¡Métemela toda, así, así!... ¡Quiero un hijo tuyo, cabrón!
     Eso estuvo a punto de inhibirme. Pero, ¡qué demonios!, le mejoraría la raza.
     Seguimos un rato así. Yo me hinqué y ella me presentó su blando y feo culo. La volví a penetrar, tomándola de la cintura y empujándola de un lado al otro. ¡Te odio!, ¡quiero un hijo!, ¡Más, Más, Más!, ¡te odio, cabrón!, ¡cógeme!...
     Me vine dentro de ella. Un chorro largo y abundante. Se me fundió el cerebro. Luego caí exhausto sobre su espalda y ella continuaba ronroneando. Al fin nos separamos.
     Estábamos tirados en el pasillo, absortos. Por el ventanal se podía ver la primera noche y sobre nosotros, el Guernica ululante.
     Me tengo que ir.
     Sí, mi marido no tarda en llegar
     ¡Ja!, reí.
     ¡Ja!, ella también.
     Salí de ahí con una extraña mezcla de placer y disgusto. ¡Quién lo iba a pensar! Arely resultó una máquina de improperios secretorios y yo, que decía no querer ni verla, resulté más bestia que ella. Traía pegado a mi cuerpo su olor agridulce y aquello me provocaba náuseas. Pobre de su gordo. De seguro no le daba la batería necesaria. Y yo lo comprendía. Si aquello se repetía a diario uno podría ver amenazada su integridad física. Arely era un auténtico animal en celo perpetuo. Lo del hijo resultaba curioso. ¿Sería un abogado estéril? Quién sabe. Lo cierto es que no quería volver a encontrármela en los próximos nueve meses. Y de ser posible ni en los próximos nueve años. Una especie de vacío me drenaba. ¿Por qué me sentía así? Aquello había estado fenomenal. Me hacía falta. Pero, de todas formas, había algo que me molestaba. Mi repulsión hacia ella aumentaba a cada paso que daba.
     Volví a pasar frente a la casa de Clara. Su auto estaba estacionado y se podía ver luz en las ventanas. ¡Clara!, ella sí era algo que me hacía falta. Clara, claridad, clarividencia. Me senté en la banqueta, viendo la fachada. ¿Y si llamaba a su puerta?... No, ¿para qué? Aquel beso tenía que continuar en otra parte. Tal vez estaría leyendo a Sade. Esperaría hasta que me lo entregara, dos o tres días. Y entonces…entonces sí, un beso no sería suficiente. En verdad la quería y eso mismo era lo que me aconsejaba paciencia. Y tal vez eso era también lo que me incomodaba. De alguna manera la había traicionado. ¡Y con quién!, carajo. Arely fango, Clara el mar.
     Otro automóvil se estacionó frente a su casa. Reconocí de inmediato a su conductor.
     Hola Gilberto.
     Hola Raúl.
     Nos vemos, buenas noches.
     Hasta luego, buenas.
     El marido de Clara entró y yo me levanté para irme a bañar. Ella me había dicho que sus tres hijos lo querían como locos.
     Al quitarme la ropa me di cuenta de que Arely no me había devuelto la cartera.

jueves, mayo 17, 2012

EL TIEMPO ES UNA VARIABLE


2003-10-29






¿Vienes?
Aquí todo sigue bostezando,
Las aves caen dormidas,
El humo de mis cigarros se estanca en cualquier silencio.
Tengo mentiras por contarte,
Mentiras que te hagan reír.
Los policías siguen rondando, dormidos,
Las jóvenes sueñan con príncipes drogados
Y en la calle he visto tu rostro en todos los rostros.
¿Vienes?
La ropa se me cae, dormida, sucia y borracha,
Me como los dedos
Y nadie es lo que necesito.
El calendario anda con muletas de acero
Y en la televisión repiten películas malísimas
(las he visto todas, setecientas veces).
Tengo música para guiar a la noche a través del insomnio,
Los gatos buscan mi ventana para gemir
Y los vicios ya no me divierten.
Ayer se queda esperando a que mañana se quede esperando
A que hoy no espere nada más.
¿Vienes?

Matamoscas*

Ilustración: Zertuche Slecht Leven, Aguascalientes, Ags. México. 2012. Iba a sentarme a escribir pero me puse a matar moscas. No ...